Casualidad o diseño?
Los aviones son el resultado de un
meticuloso diseño y ensamblaje. Los aviones pueden volar como las aves. Pero
pueden los aviones poner huevos, de los que salgan avioncitos? Y los pájaros,
¿necesitan pistas de aterrizaje especiales? Y qué decir del vuelo?
Muchas aves están diseñadas para realizar
vuelos asombrosamente largos sin que les falte combustible. La aguja colipinta
realiza uno de los viajes migratorios más asombrosos que conoce el hombre. Por
increíble que parezca, vuela 11.000 kilómetros unas ciento noventa horas (ocho
días) sin detenerse. Ningún avión comercial puede igualar tal hazaña.
Los investigadores creen que algunos tipos
de aves se valen del campo magnético de la Tierra para orientarse, como si
tuvieran una brújula cerebral. En el caso de la aguja colipinta, puede que
también se guíe de día por el Sol y de noche por las estrellas. Parece que
incluso es capaz de percibir cuando se acercan sistemas de tormentas y
aprovecha los vientos de cola.
Las puntas de las alas de los aviones crean
remolinos de aire. Estos producen resistencia al avance, lo cual aumenta el
consumo de combustible y genera turbulencia para los aviones que vienen detrás.
Los ingenieros aeronáuticos han descubierto una solución: Se inspiraron en la
forma que toman las plumas primarias de las águilas, las cigüeñas y otras aves
mientras planean para reducir el problema.
Si los mas capacitados ingenieros no han
logrado igualar el magnifico vuelo de las aves, le parece razonable creer que
una serie de eventos fortuitos carentes de inteligencia hayan producido tan
maravillosa hazaña?
¿Y qué podemos decir de sus plumas? La
ausencia de pruebas fósiles mantiene encendida entre los evolucionistas la
controversia sobre el origen de las plumas. Las discusiones están impregnadas
de “fervor fundamentalista”, “crítica virulenta” y “pasión paleontológica”,
señaló la revista Science News.
“Las plumas son demasiado perfectas, ese es
el problema”, señala la obra Manual of Ornithology—Avian Structure and
Function, de la Universidad de Yale. No hay indicio de que las plumas alguna
vez hayan requerido mejoras. De hecho, “la pluma petrificada más antigua que se
conoce parece tan moderna que es imposible diferenciarla de las actuales”.
Sin embargo, la teoría de la evolución
enseña que las plumas son el resultado de una serie de cambios graduales y
progresivos producidos en incipientes protuberancias de la piel, aún sabiendo
que estas son posteriores a las verdaderas plumas. Se supone que, simplemente
por casualidad una escama alargada adherida sin gran firmeza, se desgastaron y
se extendieron hasta que evolucionó en la compleja estructura que es hoy. Como
ya hemos visto anteriormente, muchos expertos han descartado ya esa absurda
posibilidad. Es más, “la evolución de las plumas exige que todas las etapas
intermedias tengan algún valor adaptativo relevante”, añade la obra ya citada.
En otras palabras, la evolución no habría
podido, ni siquiera en teoría, producir una pluma sin una larga cadena de
cambios estructurales aleatorios y hereditarios, en la que cada etapa mejorara
en un grado significativo las posibilidades de supervivencia del animal. De
hecho, a muchos evolucionistas les parece imposible que algo tan complejo y
funcionalmente perfecto pudiera surgir de ese modo.
Además, si las plumas hubieran evolucionado
de manera paulatina a lo largo de un período prolongado, el registro fósil
debería incluir formas intermedias. Pero no se ha encontrado ninguna; solo se
han hallado plumas completas. “Desafortunadamente para la teoría evolutiva, las
plumas son muy complejas”, señala el citado manual.
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